domingo, 17 de junio de 2012

Los Diques del Arsenal de la Carraca

     Una vez organizada la Marina Militar en España es necesario mantenerla operativa. Así Felipe V, auxiliado por el Intendente General Patiño, comienza el proceso de creación de los arsenales estatales de la Armada, infraectructura con enclaves industriales para tener a punto los buques. Al ser Cádiz la zona que ofrecía mayores ventajas, rápidamente se comienzan a buscar en la zona los terrenos idóneos para construir los diques dentro del Arsenal de la Carraca.

     En el Proyecto general de construcción de este Arsenal, atribuido a Ignacio Salas y fechado en torno a 1720 (1), aparecen dos diques para carenas en seco y construcción de barcos, así como dos astilleros para botar los barcos construidos. Estos se ubican en el lado oeste, alternativamente dispuestos, y cercanos a la llamada Plaza de Construcción.

     Las extensas obras a realizar fueron encomendadas al ingeniero José Barnola, quien comienza su ejecución por el lado norte del Arsenal. Un plano diseñado por Cipriano autrant, director de construcciones, y con fecha de 1733, muestra la propuesta de creación de dos astilleros unidos entre los diques proyectados. Parece ser que esta innovación al proyecto general queda en mera idea, más nos da a entender el avance de las obras ejecutadas en el recinto.

     Con motivo del voraz incendio ocurrido en la Carraca en 1743, se conserva un plano que nos muestra el estado de las obras en esa primavera; en el paraje que debían estar los diques, aun no se había iniciado construcción alguna.

     En 1750 se presenta otro Proyecto general sobre la Carraca, elaborado por el C.N. Cipriano Autrant, Director y Comandante de la Maestranza de arsenales y Director General de construcción. Este presenta en la zona oeste 4 rampas de astillero para la construcción de barcos y otras 4 pequeñas rampas a lo largo del muelle, para facilitar el acceso de las piezas a este área, delimitada por una arboleda y donde escasean las construcciones. Este espacio abierto permitía la construcción de las piezas de los barcos. Este proyecto es más funcional y dinámico que el primero a pesar de contar con un diseño más simple.

     El advenimiento del Marqués de la Ensenada al Ministerio de Marina impulsó la ejecución de las obras, al ser necesaria una fuerza defensiva que se opusiese al poderío inglés. Así, la Carraca toma vida oficial con una Real Orden de 3 de octubre de 1752. Jorge Juan es encargado de los establecimientos navales.

     Jorge Juan, ayudado por el ingeniero José Barnola, proyecta un Plan general que, aunque respeta las construcciones realizadas, modifica la ordenación general del establecimiento. Este se plasma en un plano firmado por ambos en Cádiz el 30 de enero de 1753. La zona que más desarrolla es la de astilleros. Aparecen en ella 9 gradas y rampas de construcción de barcos, que en planos posteriores aparecen como ejecutados, y en las que él mismo en su informe expresa "gradas en las que actualmente se construye y carena..."

     Jorge Juan y Barnola proyectan además, según Sánchez Bort, dentro del plan general de edificaciones de la Carraca, dos diques para carenar en seco grandes embarcaciones, situándolos en la llamada Plaza de la Construcción, entre la Puerta de Tierra y las balsas de construcción. La obra se presupuestó en 9,5 millones de reales. Tras su aprobación comienzan las excavaciones y la construcción de malecones necesarios mediante el clavado de estacas para contener el fango en 1753. Las dificultades que presentó el terreno hacen que las obras se paralicen durante un año. En plano firmado por Barnola el 1 de mayo de 1754 (3) aparece un malecón frente al paraje donde se construirán los diques de carena, para que entren las aguas en las excavaciones y rampas para bajar las maderas al caño y al interior de los astilleros.

     En 1757 surge un nuevo proyecto para la ejecución de estos de la mano del experimentado constructor Mateo Millán que, aunque es aprobado por la Junta de Generales, es desestimado por Jorge Juan fracasando la tentativa. En 1763 Juan Gerbaut corrige el proyecto anterior y lo presena presupuestándolo en 130.000 pesos de 15 reales. De nuevo Jorge Juan se muestra contrario y se desiste de su  onstrucción.

     En 1775, por Real Orden firmada por González Castejón, Julián Sánchez Bort, ingeniero y arquitecto titulado por la Real  Academia de San Fernando, es requerido para pasar a Cádiz a construir un dique en la Carraca. Causas mayores demoran su llegada hasta que una Real Orden de 19 de agosto de 1788, firmada por Valdés, le conminan a realizar el proyecto tan necesario de construir dos diques para navíos de mayor porte. En 3 meses tiene elaborado el proyecto, que será aprobado por Real Orden de 20 de enero de 1784, firmada por Valdés.

     Los trabajos comienzan en el acto superándose las dificultades encontradas, aun mayores a las previstas y de difícil solución. Cuando se habían excavado 5 varas, con una inclinación de 45º comienzan los derrumbes. Se disminuye la inclinación a 22º y se clavan 3 filas de estacas, pero de nuevo acaece otro formidable derribo que se lleva la Puerta de Tierra del Arsenal, distante 40 varas, y los 5 órdenes de estacas de cimentación que formaban el malecón... Había que actuar con rapidez; clavar estacas de haya de 10 varas de largo y un pie de diámetro, con separación de una vara entre ellas para comprimir el terreno impidiendo que la subida del  fango moviese las estacas. Para esta labor se auxilian de máquinas, cada una de ellas movida por 20 peones;a continuación, y con la misma rapidez, había que cortar las estacas a nivel, colocar sobre ellas largueros y cruceros para formar una especie de emparrillado... A pesar del tesón algunas de las estacas se volvían a elevar debido a la velocidad del fango.

     Tanto arduo trabajo agotaba a los obreros. Debido a ello se les concedió una ración de aguardiente (4), prerrogativa que se amplió a los ingenieros en 1785. Como tantos otros, en el interín enfermó Sánchez Bort, quien fallece el 31 de agosto de 1785; se encargó entonces de continuar la obra, nombrándosele ingeniero jefe, el ingeniero de Marina Tomás Muñoz, quien había sido su ayudante. Este solucionó completamente el arduo problema de construcción hidráulica, fundando sobre el fango los diques de carena de la Carraca.

    Tomás Muñoz dirige la construcción de los muros de este primer dique a plena actividad, revistiéndola de cantería en su interior y superando los constantes derrumbes; hace la poza de bombas y el caño de comunicación al dique y, para ello, han de extraer las estacas clavadas en 1753 al intentarse realizar estas obras. Fueron difíciles de sacar aunque, una vez examinadas, se comprobó que se mantenían en perfecto estado.

     Finalmente, el 14 de octubre de 1786 se concluye el primer dique y se abre el caño de comunicación. El coste total en mano de obra han sido 774 operarios y 300 presidiarios, algunos de cuyos nombres conservan los libros de defunciones conservados en la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Rosario, sita en el Arsenal; el económico asciende a 10.120,592 relaes de vellón.

     Cuando aun no se habían terminado las obras de este primer dique, que recibiría el nombre de San Carlos, el 27 de diciembre de 1785 se ordena la construcción del segundo, llamado San Luís; el tercero, llamado San Antonio y destinado a fragatas y navíos de 60 cañones, se construirá por Real Decreto de 23 de febrero de 1788. Los tres siguen las directrices de Sánchez Bort y son dirigidos por Tomás Muñoz.

     El dique de San Carlos, el primero construido en la Carraca, se estrena el 16 de diciembre de 1786 con el navío de 3 puentes, cuatro según algunos autores, llamado Santa Ana, de 20 pies de calado a popa y 17 a proa. El acto solemne fue presidido por el Capitán General D. Luís de Córdoba. Acudieron a este acto muchos millitares y personas distinguidas gracias a una Real Orden que, excepcionalmente y por la espectación que había provocado este espectáculo, permitió a estas personas acceder a este recinto restringido (5); el dique fue bendecido a las 11,00 horas. Se aprovechó la menor marea de la luna y casi de todo el año, pero aun había sobre el batiente y los picaderos de popa de éste 22 pies de agua. Elnavío consigue asentarse a las 14,00 horas; a las 17,00 horas se cierran las puertas y, a la media hora de empezar a repuntar la marea, se abre la compuerta de comunicación a la poza de bombas, bajando el nivel del agua 20 pulgadas.

     entonces comienzan a funcionar 16 bombas de cadena aspirantes, de lento manejo, que manipulaban los penados o condenados a bombas; eran las 18,00 horas. Una hora más tarde se suspende la faena por agotamiento de los operarios; no obstante, se había logrado descubrir el primer piso de la poza.

     Tras 12 horas de trabajo efectivo  quedó el dique en seco. La sitisfacción fue general; se aplaudió la solidez, la hermosura y la buena construcción del mismo. En Europa no se conocía otro igual. Medía 114 varas de largo, 12 pies de profundidad y 21 pies de anchura por la parte recta; en la curva contaba con 29 varas en la parte superior y 17,5 en la inferior. El grosor de sus murallas era de 10 en la parte recta y, en la curva, de 12 en el pie y 4 en ,a superior.

     El subinspector del Arsenal, D. Fermín Sesma, en la inauguración dió un convite de 66 cubiertos al que acudieron el director de la obra, Tomás Muñoz, altas graduaciones, varias señoras, el comandante de Ingenieros Francisco Aután y el comandante del Arsenal, Pedro Winthuysen.

     No queremos terminar la exposición sobre el tema del proceso de realización del Dique de San Carlos sin apuntar algunas consideraciones. La primera de ellas se refiere a las Bombas de achique. Es chocante que Juan Llabrés, en quien nos hemos apoyado documentalmente, no consigne el uso de las bombas de achique a vapor en este momento de la inauguración. De todas formas no resistimos la tentación de aludirlas, ya que el mismo autor lo hace en otros artículos.

     debido a lo fatigoso que resultaba el manejo de las bombas aspirantes de cadenas, servidas por los condenados a ellas que en más de una ocasión no eran suficientes por la morbidez que les ocasionaba este arduo trabajo, se mandó construir una de fuego que extraía el agua por el proceso de rarefacción o condensación del vapor de agua. servía como auxiliar a las de cadena, por las constantes averías que sufría en los primeros tiempo, aunque era capaz de dejar seco el dique en pocas horas.

     Esta bomba de vapor era capaz de sacar 90 arrobas de agua por minuto; tenía un diámetro de 1 pié y una altura de 6. Existía antes de 1785. La trae a la Carraca en 1771 Sánchez Bort y se coloca en 1773, tras mejorar su regulador Antonio Delgado. En 1777 éste mismo construye otra que extrar 198 arrobas de agua al aumentar su cilindro a 2 pies de diámetro y 7 de altura; seguía teniendo los mismos pistones y su entretenimiento diario en jornales, astillas y reparaciones era de 236 reales de vellón, frente a los 2.153 que consumían las 20 bombas de cadena auxiliares; lá máquina costó 278.433 reales y para su amortización se tardarían 5 meses.

     Como anécdota diremos que la iluminación de los diques se conseguía a base de faroles de petróleo hasta que en 1883 se proyecta la electrificación de la Carraca, previéndose que el tendido para las gradas como para los diques fuese subterráneo.

     Terminamos reseñando que el problema del fango, tan anejo a la Carraca, pronto afectó a este primer dique. Así, en 1778, el C.F. Ingeniero Fernando Casado de Torres, al ver como el fango dificultaba la apertura de las puertas, idea nuevos modelos de dragas de vapor para sustituir a los pontones de ruedas y cucharas, y a los molinetes de manga de la limpia. El proyecto, aprobado por Valdés, no logró los créditos necesarios. Lo mismo ocurrió otros proyectos similares de Agustin Betancourt. Por tanto, los viejos pontones siguen operativos hasta la compra de una draga a vapor en 1821. 

Arsenal de la Carraca, junio 1994
Ana García-Junco del Pino

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