En Octubre de 1702 la Ría vivió un suceso bélico que tuvo una gran repercusión en Europa, la famosa batalla del estrecho de Rande. Tras dicho estrecho se había refugiado una flota hispano-francesa de la que formaban parte diecinueve galeones cargados de oro y plata procedentes de las posesiones españolas en América.
Aquellos galeones y los barcos de guerra franceses
que los protegían fueron atacados y casi todos hundidos por una gran
escuadra anglo-holandesa. Buena parte de los tesoros se fueron al fondo
lodoso de la Ría, donde se supone que todavía permanecen tras los muchos
intentos de rescate que tuvieron lugar a lo largo de los Siglos XVIII y
XIX.
Parte del oro y la plata se pudo salvar, otra se hundió y una tercera fue el botín de los vencedores.
Con el oro de Rande se acuñaron en Inglaterra monedas de cinco, una y
media guineas; con las de plata de una corona, media corona, un chelín y
seis peniques, todas con la efigie de la Reina Ana en su anverso.
Circularon a lo largo de muchos años.
Desplegadas sus velas, entraban en la ría de Vigo los Galeones de la
Plata escoltados por navíos franceses. 40 buques que, al mando del
almirante Château Renault y el general Manuel Velasco Tejada,
transportaban el tesoro más grande que jamás hubiera atravesado el
Atlántico, con una tripulación diezmada por la enfermedad y la falta de
agua y víveres.
Los apenas mil habitantes de Vigo, el 22 de setiembre víspera de
Santa Tecla, contemplaban como enfilaban hacia el estrecho de Rande, a
buen paso, buscando refugio. Bello espectáculo, sin duda, aunque
presagio de grandes calamidades. Eran tiempos de guerra; la zona estaba
desprotegida, pues las escasas fuerzas se batían en Italia y golfo
gaditano; Gran Bretaña, Holanda, Austria… habían declarado la guerra a
España y ansiaban hacerse con ese botín que iba a anclar en lo más
profundo de la ensenada de San Simón, cerca de Redondela.
La plata, los exóticas frutos, aves, plantas y las valiosas
mercancías de Filipinas y la América española, a la par que la
información reservada de cuanto ocurría allí, hacía más de 3 años que no
salían de Veracruz; finalmente, acabada la guerra de sucesión y
entronizado el primer Borbón en España, Felipe V, fueron embarcadas en
junio de 1702 y salían rumbo a Sevilla, donde eran esperadas con
ansiedad por el Consejo de Indias, los comerciantes y toda Europa.
La natural curiosidad del paisanaje congregó a muchas personas,
deseosas de ver de cerca los famosos galeones de la plata de la carrera
de las Indias y de oir de los labios de los marineros historias de los
exóticos paises…; allí
conocieron, además, que la flota fue sorprendida en medio del atlántico
por las noticias de los ataques de los ingleses y holandeses a Cádiz;
que decidieron variar el rumbo para no caer en manos del enemigo; que el
almirante francés pensó conducirla a Brest, importante puerto militar
de la Bretaña francesa y que el general español Velasco lo convenció de
que la ría de Vigo estaba más cercana y evitarían un posible ataque de
los holandeses; que, ya pasadas las islas Cíes, subió a bordo el capitán
general de Galicia, príncipe de Barbazón, que había salido de Vigo al
avistarlos intentando convencerles de que siguiesen hacia Ferrol, donde
estarían más resguardados…
La actividad se hizo entonces frenética en la zona. La prudencia
aconsejaba desembarcar la carga, valorada en muchísimos millones, y
ponerla a buen recaudo; pero las estrictas leyes de la Casa de la
Contratación de Sevilla, que monopolizaba el comercio con las Indias,
castigaba con la muerte a todo aquel lo hiciese sin presencia de sus
comisionados. Así pues, mientras recibía el permiso de la Corte, el
príncipe de Barbazón dispuso la defensa del enclave y organizó los
medios para el futuro transporte de la carga.
El estrecho de Rande fue cerrado por una cadena formada por vergas,
masteleros, cables, pequeñas anclas y todo aquello que pudiese estorbar
al paso de las naves; detrás de ella se colocan los navíos de línea
franceses, al fondo los valiosos galeones; los promontorios de Rande y
Corbeiro reconstruían sus ruinosas defensas y se armaban con cañones de
hierro y bronce sacados de los barcos; a sus pies se excavaban fosas y
se recurría a la marinería y a las desentrenadas milicias concejiles
para defender estos y los posibles desembarcaderos.
Más de 1.500 carretas se habían alquilado –con pago adelantado de un
ducado por legua- para transportar la carga en etapas a Pontevedra,
Padrón, Lugo… hasta llegar a Segovia. El día 27, al recibir el permiso
para el desembarco de la plata de la Real Hacienda, se comienzan a
descargar los 3650 cajones que la contenían (7 millones de pesos de
plata aprox.) finalizando el día 14.
Juan Larrea, el supervisor del desembarco de la carga de los
comerciantes, retrasaba la descarga tratando de ahorrarles el 20% de
coste añadido y las posibles pérdidas en el camino; tal vez las naves
enemigas pasaran de largo y pudiesen proseguir hasta Sevilla, pensaba…
Quiso el azar que el capellán de uno de
los barcos de la gran armada de 160 navíos ingleses y holandeses, que ya
regresaba a Inglaterra tras los ataques a Cádiz, se enterase de la
arribada a Vigo de los galeones, durante la aguada en Lagos. Y que un
fraile, abordado en las islas Cíes, lo confirmase. Sin dudarlo, el
almirante Rooke, a pesar de su ataque de gota, dispone el ataque.
El 22 de octubre la ría de Vigo se llena de velas enemigas; los
cañones de Vigo disparan, pero su corto alcance no logra alcanzar a
ninguno de los más de 100 navíos que disponen su plan de ataque: a ambas
bandas, 25 navíos con sus brulotes encabezan la formación; las fragatas
y bombardas les siguen quedando a retaguardia los navíos mayores. Unos
4.000 hombres de infantería, al mando del duque de Ormond, desembarcan
en Domaio y otros tantos lo hacen en Teis, cerca de Redondela,
desmantelando las defensas de Rande, tomando las poblaciones ribereñas y
haciendo huir a las milicias que las defendían.
La naumaquia empieza pronto; la cadena es rota fácilmente y el fuego
de los cañones hace estragos; en ese angosto fondo de botella
prácticamente se lucha cuerpo a cuerpo. Los incendios se generalizan a
bordo –así la carga se hundirá en el mar y luego será rescatada- y el
desconcierto es total. En apenas 5 horas dramáticas, hostigados por mar y
tierra, todo está perdido para los españoles: 8 naves incendiadas, 18
apresadas, 10 hundidas, 2 varadas. Imnumerables los muertos y muchos los
prisioneros.
El almirante Rooke, ordena desvalijar e incendiar cuantos barcos no
puedan acompañarle a Inglaterra; el resto lo hará con su carga y bodegas
selladas; ese rico botín –piensa- aumentará su prestigio y acallará las
voces de los compatriotas que se oponen a los ingentes gastos que
suponen las expediciones marítimas. No olvida seguir la pista a todas
las mercancías sacadas de los barcos los días previos, escondidas por
lugares cercanos; por su parte, Ormond, reparte entre la infantería los
bienes encontrados en tierra y planea seguir la conquista hasta Vigo.
Pero la tentación de volver a Gran Bretaña, victoriosos y con un gran
botín, le decide a desistir de su plan.
El 31 de octubre, profusamente engalanados los mástiles y sonando las
trompetas, la armada victoriosa pasa frente a Vigo llevando su botín.
Al fondo de la ría queda la muerte, la desolación, la ruina… y el nacimiento de un mito: los tesoros hundidos en la bahía de San Simón, en Rande.
A partir de entonces el nombre de Vigo se popularizó en Europa,
debido a la abundante documentación que generó el suceso, con impresión
de numerosos grabados conmemorativos y de artísticos mapas para explicar
y perpetuar la batalla.
La Batalla de Rande, en fin, sirvió para inspirar a Julio Verne en su
novela “Veinte mil leguas de viaje submarino”, uno de cuyos capítulos
transcurre en la Ría de Vigo, hasta donde periódicamente se trasladaba
el capitán Nemo con el Nautilus para financiar sus expediciones con los
tesoros que se encontraban en el fondo de las aguas de Rande.
Ana Mª García-Junco del Pino (Historiadora y documentalista)
Nota:
Este artículo fue publicado en el BIP ( Boletín para información del personal de Defensa) de 2008.
Ha sido reproducido, ilustrado con las imágenes que este Boletín incluyó:
el 27 de noviembre de 2008 por Ampa Galduf en http://arquehistoria.com/historiasla-batalla-de-rande-333
Nota:
Este artículo fue publicado en el BIP ( Boletín para información del personal de Defensa) de 2008.
Ha sido reproducido, ilustrado con las imágenes que este Boletín incluyó:
el 27 de noviembre de 2008 por Ampa Galduf en http://arquehistoria.com/historiasla-batalla-de-rande-333
el 21 de febrero de 2010 por Http:// galeonesbajoelmar.blogspot.com/2010/02/la-batalla-de-rande.html
el 18 de abril de 2011 por Alena Persaldi en http://abriendoetapas.blogspot.com/
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