viernes, 6 de julio de 2012

El Arsenal de la Carraca y su lucha contra el encenegamiento: el dragado de los caños.

   El problema de los fangos es muy antiguo en estos entornos. Este se ha agudizado en el transcurso de los años debido a numerosos factores: por el hundimiento de cascos de embarcaciones en los Caños, práctica realizada para entorpecer el avance de enemigos en tiempos de guerra, y por diversos accidentes, por la construcción de puentes con grandes escolleras, el arrojo de astillas y lastres durante las labores de carena y, por supuesto, por la progresiva destrucción de esteros y salinas, que actuaban como fuerzas naturales de limpieza de los fondos, con las intermitentes aperturas de sus compuertas.

     Si pensamos que ya los fenicios frecuentaban estosparajes, podemos hacernos una idea de la antiguedad del problema. La construcción de Puente Zuazo y de su carenero, con vertidos incontrolados de astillas y lastres, los arrastres de ramas por las lluvias y, fundamentalmente, el hundimiento de cascos durante los ataques ingleses de 1587 y 1596 -cinco en la entrada del estero de la Carraca y cuatro en su interior-, son factores determinantes.

     Pero la lucha contra el fango, lama, limo... es anterior a la misma erección de este Arsenal. En el Archivo General de Indias (1) podemos consultar un legajo que nos expone las actuaciones llevadas a cabo en este sentido en 1675 y 1685 en los caños de la Carraca y en otros lugares.

     Así pues, el primer artilugio del que tenemos constancia  para la draga de los Caños es un enorme pontón, fabricado y dirigido por el ingeniero y piloto genovés Antonio Bobón; estaba dotado de seis cucharas de hierro y seis molinetes; a fuerza de brazos se lograba accionar. Su coste sería asumido por la Hacienda a través del impuesto de Avería y por la Universidad de mareantes; la Armada contribuiría asignándole las raciones de Armada a sus trabajadores.

     En estos años se toman diversas medidas complementarias a la extracción de fangos y piedras. Se inicia el estacado de las orillas de los caños y se prohibe arrojar cualquier tipo de material frente a ellas, para evitar que sea arrastrado por las mareas y depositado en el fondo de los caños. Así mismo se extraen de estos los pecios de algunos barcos hundidos  como Sacramento, Candelaria, Marañón, Concepción, San José...

     En 1788 encontramos de nuevo alusiones a los problemas del fango, que inutilizaban la Carraca y entorpecían la apertira de las puertas del recién inaugurado dique. Este mismo año, el C. F. Fernando Casado de Torres idea un modelo de draga a vapor que sustituya a los pontones de cuchara en la limpieza de fondos. El proyecto es apoyado y aprobado por el Ministro de Marina Valdés, aunque se abandona por falta de créditos. Otro proyecto similar, presentado por Agustín de Bethancourt, es arrinconado por la misma escased de medios económicos.

     Aun en 1820 persistían esos viejos pontones que, además de limpiar los fondos de los caños, consumían la mayor parte de su tiempo en ayudar a arbolar, artillar, desartillar y transportar grandes pesos de los navíos, con su lógico deterioro. En esta fecha ya se empieza a pensar en la adquisición de alguna draga, accionada por vapor, a la Real Compañía del Guadalquivir en vista de sus resultados. Para ello se comisiona a fines de 1821 al C.N. Ingeniero Lorenzo de Lorca. Como resultado de esta gestión, a partir de abril de 1822 contamos con el pontón de vapor El Sevillano, construido en 1817.

     Las pruebas efectuadas con esta primera draga de vapor demuestran que puede sustituir a 6 ó 7 pontones ordinarios. Extrae 1.900 quintales de fango por hora, a razón de 30 canguilones por minuto. A partir de ahora sustituirá a los viejos pontones de rueda y cuchara y a los molinetes de manga, accionados a mano, instalados en barcazas o en tierra y que arrastraban una manga de lona con aro de hierro.

     Durante el ministerio de Salazar, entre 1823 y 1832, se toma en serioel trabajo del dragado, principalmente en los diques y antediques, pues el fango obstaculizaba la apertura de sus puertas. Así, se adquirió una nueva draga de vapor que movía un rosario de sacos y a la que se conoció con el nombre de Pantomima por corrupción de su nombre de fábrica. Posteriormente se adquiriría otra a la que se bautizó, por el anterior motivo, como Calamaro, siendo del tipo conocido como de pellizco o concha (2).

     En 1831 (3) se extrajo del caño el casco del San Juan Bautista para poder establecer una machina de firme en tierra que desentendiese a las dragas de la labor de arbolar y desarbolar buques.

     A pesar de todos estos esfuerzos, constantemente encontramos quejas por la lentitud de la limpieza general de los caños y por la demora observada en la adquisición de nuevas dragas de vapor, aprobadas ya hacía 7 meses (4).

     El 25 de marzo de 1856, finalmente, el Ministerio de Marina comisiona al C.F. Miguel Lobo para desplazarse a Francia al objeto de procurarse las dragas de vapor necesarias para la Carraca (5). Lasso de la Vega, en su artículo Hidrografía, aparecido en este mismo número, encomia esta decisión. Explica que los anteriores pontones eran lentos; los nuevos, en cambio, sacarán en sus ganguiles-balandras los materiales extraidos con mayor celeridad. Admiten entre 700 y 800 pies cúbicos de arena y cuatro personas pueden llenarlos en 15 minutos.

     Una R.O. de 25 de enero de 1862 establece la obligación de remitir al Ministerio, mensualmente, un parte especificando la cantidad de material extraido y el sotio en que se ha depositido. Otra de 29 de agosto de ese mismo año aprueba el proyecto de Reglamento para dotación y servicio de dragas y gánguilas en ese Arsenal del Comandante General del Arsenal de la Carraca, José Manuel Pareja.

     A la par que las fuerzas navales van incrementando su tonelaje, sustituyendo las velas por el motor, sus cascos y envergaduras de maderas por hierro... las necesidades de un mayor calado en los caños se hace ostensible. Para ello el C.F. Juan N. Montojo, gran conocedor de estos parajes, expone la idea de consignar en el presupuesto una partida de 300.000 pts. para adquirir una draga que abriría un gran canal de entrada a La Carraca. Este, compaginada con las fuerzas naturales de las mareas, podría mantener limpios los fondos (6).

     La necesidad de facilitar la navegación es palpable en el ambiente. Muestra de ello es el concurso público que, el 31 de octubre de 1891, adjudica a Tomás Cobos y Varona el dragado del Caño de Sancti Petri, desde La Clica al Caño de la Culebra y desde el de San Fernando hasta Boca Chica y puente de Cuatro Torres por un montante de 250.000 pts. a pagar en 5 años. se comprometía el asentista a dejar un fondo de 8,40 mts. en la máxima bajamar.

     En 1893 se rescinde el contrato sin haberse utilizado la draga ni siquiera en los antediques. Los proyectos de Benot y Crespo resultaban caros y también se abandonaron. El personal de Marina, opción más económica, se desentiende del uso de la draga de vapor (7).

     En el Departamento marítimo de Cádiz existía una junta dedicada a velar por la limpieza de los caños ddad su trascendencia. Formaba parte de ésta el ingeniero jefe de la Carraca. Tenemos constancia de que habían pertenecido a ésta Armando Hezode y García (noviembre 1894ñ no. 1899), Manuel Estrada y Madán, Lacaci (inspectores de 1ª clase), Luis Bastida Muguerza (ingeniero de 1ª, 1901)... (8). Una R.O. de 20 de marzo de 1897 cofiere la `presidencia de la Junta Inspectora de obras de Limpia de los Caños de la Carraca al Comandante General del citado Arsenal.

     Esta política de contratas sigue en 1900; el 7 de abril se adjudica a Francisco del Valle y Sánchez, por un valor de 624.043 pts., el dragado del muelle donde se ubica la moderna Machina trípode con objeto de que puedan atracar allí los barcos de mayor calado. E 4 de junio de 1901, sin embargo, se aprueba el proyecto de compra de un tren de dragado permanente para los caños del Arsenal (9).

     La última noticia documental que conocemos fue un Real  Decreto de 25 de enero de 1904 por el que, mediante proyecto de ley, se consignará en el presupuesto de 1905 una partida de un millón y medio de pts. para el dragado de los caños.


La Carraca, noviembre 1994